

Desmontando el mito de las ideologías
La clase política ha encontrado en las ideologías (comunismo, socialismo, liberalismo, capitalismo, nacionalismo...) y en la polarización de la opinión pública, la manera de esconder sus intereses particulares. Mediante la manipulación del lenguaje y de los sentimientos de los ciudadanos, su única manera de hacer política durante años se ha basado en la confrontación y en culpar al partido que representa a la ideología opuesta a la suya de los problemas que ellos mismos han creado.
A lo largo de varias décadas, la utilización del enfrentamiento ideológico entre los españoles les ha reportado jugosos beneficios. Empleando términos sacados de contexto como fascista, franquista, nazi, comunista, progre o rojo, han intentado dividir a la sociedad española en dos bandos que realmente no existen.
Los españoles, durante la transición a la democracia decidimos dejar atrás el pasado y comenzar una nueva época libre de complejos y ataduras al pasado. El acuerdo y la ilusión de todos los ciudadanos, desde los votantes del Partido Popular de Manuel Fraga hasta los del Partido Comunista de Santiago Carrillo, consiguieron que la Guerra Civil, un hecho terrible y sangriento para ambos bandos, fuese superado y sus heridas cerradas para siempre.
"La práctica totalidad de la actual clase política de la derecha, del centro o de la izquierda provienen de las familias que gobernaban nuestro país durante la dictadura."
Por desgracia, los fantasmas del pasado volvieron a aparecer cuando la clase política se dio cuenta de que sus obsoletas ideologías empezaban a dejar de tener sentido alguno. En el momento en que empezó a quedar en evidencia su falta de liderazgo y de soluciones para nuestro país, el último clavo ardiendo al que pudieron agarrarse fue como siempre al del enfrentamiento y la explotación sin remordimientos de los bajos instintos y de los viejos rencores.
En lugar de avanzar hacia la creación de una nación democrática y moderna como hicieron el resto de nuestros vecinos europeos, decidieron quedarse anclados en los viejos enfrentamientos. No es algo extraño, debido a que la práctica totalidad de la actual clase política de la derecha, del centro o de la izquierda provienen de las familias que gobernaban nuestro país durante la dictadura. Debido a que es lo que han vivido toda su vida y así es como les han educado, no conciben otra forma de entender la política y de gobernar un país.
Existen innumerables ejemplos de esta situación, pero quizá el más llamativo de ellos es la relación familiar directa entre Alberto Ruíz Gallardón, el azote conservador, y Trinidad Jiménez, la musa progre de la chupa de cuero, que son primos carnales. Otro más reciente es el tonteo entre Andrea Levy, la nueva cara del Partido Popular y Miguel Vila, el guaperas de Podemos. O que José Luís Ayllón, diputado del Partido Popular, llevase a su casa a Irene Montero, la novia de Pablo Iglesias después del último debate televisivo. La guapa naranja Inés Arrimadas no tiene problemas en casarse con un independentista reconocido, aunque ella y su partido defienden la unidad de España (en teoría). Mientras en público nos animan a que los ciudadanos españoles nos enfrentemos entre nosotros, en privado entre ellos hay compadreo, son familia o incluso se acuestan juntos.
"En el partido morado abundan millonarios, pijos progres con dinero y casa en Pozuelo, hijos de políticos, de sindicalistas... el partido de los obreros sin un solo obrero en sus listas. Todo por el pueblo, pero sin el pueblo."
Esa no es la única razón, porque mediante la polarización de la sociedad, los partidos políticos distraen nuestra atención de los verdaderos problemas, convirtiéndose estas organizaciones en auténticas élites extractivas de la riqueza, el trabajo y el esfuerzo de todos los españoles. Los incontables casos de corrupción en España son la muestra evidente de esta estrategia de trileros profesionales. Ante la falta de una alternativa política, a los ciudadanos no nos queda más resignación que la de pensar "si todos roban, mejor que roben los míos", algo que evidentemente no es ninguna solución porque en realidad ninguno son "los nuestros" y todos se lo llevan bien calentito.
Los nuevos partidos repiten sospechosamente la misma estrategia, a pesar de que los ciudadanos españoles empezamos poco a poco a ver la zanahoria. La pérdida de fuelle del viejo enfrentamiento izquierda-derecha, hace necesaria la creación de otros nuevos para continuar con la misma dinámica y seguir viviendo a cuerpo de rey.
Los morados hacen gala de su conocido populismo mediante el uso de la confrontación entre ricos y pobres, o entre los de arriba y los de abajo, como ellos lo definen. Aunque se les ve el plumero cuando su líder reconoce que pide consejo de forma habitual a José Luís Rodríguez Zapatero, a quien considera hoy el mejor presidente de la democracia pero al que antes consideraba un miembro reconocido de "la casta". En su lista electoral desde luego no figura ninguna limpiadora, dependienta, camarera, minero, camionero, albañil o parado... con la de millones de desempleados que hay en nuestro país. La mayoría de ellos son profesores e investigadores en la universidad agarrados a la teta del Estado sin pudor. Abundan millonarios, pijos progres con dinero y casa en Pozuelo, hijos de políticos, de sindicalistas... el partido de los obreros, sin un solo obrero en sus listas. Todo por el pueblo, pero sin el pueblo.
"El partido naranja no es más que un gran suflé inflado por los medios y presidido por un ególatra narcisista que se cree el nuevo Adolfo Suárez, pero que en realidad no le llega a este ni a la suela del zapato."
Los naranjas por su parte han elegido utilizar el enfrentamiento entre españoles y catalanes a pesar de que digan lo contrario, presentándose como los nuevos mesías del consenso y de la unidad de España. Su único argumento es ese, y cuando se les acaba el discurso su nerviosismo es evidente y su falta de profundidad ideológica es incuestionable. Algo que se manifiesta en sus pactos indiscriminados con los partidos tradicionales de izquierda y derecha, y un programa electoral calcado a estos, lleno de más leyes asimétricas de violencia de género, más subvenciones a la inmigración y más retórica políticamente correcta. Un gran suflé inflado por los medios y presidido por un ególatra narcisista que se cree el nuevo Adolfo Suárez, pero que en realidad no le llega a este ni a la suela del zapato.
La realidad del ciudadano de a pie es que si existe alguna división en la sociedad española es entre los propios ciudadanos y la clase política, que nos ha abandonado a nuestra suerte preocupándose solo de sus intereses particulares y partidistas. Se han convertido en una auténtica clase social apartada de los ciudadanos españoles. La única ideología que defienden es la del asalto al poder a cualquier precio con el objetivo de controlar la caja y repartirse el dinero sin miramientos.
Pero en realidad, y a pesar de que se empeñen en enfrentarnos a los unos con los otros de forma constante, la situación es otra muy distinta. Como siempre, los datos nos muestran cuál es la realidad ideológica de los ciudadanos españoles. Si nos atenemos al lenguaje que los partidos políticos emplean, se podría llegar a la conclusión de que en España existen dos bandos claramente enfrentados: la derecha y la izquierda.
"Un dato muy revelador que sustenta la teoría de que los ciudadanos españoles somos personas moderadas, es la media de los resultados obtenidos, que refleja un valor de 4,69."
Los datos de la encuesta de autoubicación ideológica que realiza todos los meses el Centro de Investigaciones Sociológicas desde enero de 1996, revelan que esa polaridad ideológica no existe. Los ciudadanos españoles, desde hace veinte años son preguntados acerca de cómo se sitúan ideológicamente en una escala del 1 al 10. El 1 representaría la izquierda, mientras que el 10 representaría la derecha:
Si fuese cierto lo que la clase política intenta hacernos creer de forma interesada, la tabla con la ubicación ideológica de los ciudadanos españoles sería la siguiente:
Sin embargo, los datos reales que refleja la encuesta son otros muy distintos:
Si nos fijamos con detalle, veremos que los porcentajes de las tres opciones no suman el 100%. Esto es debido a que existe un porcentaje de la población muy elevado que no se identifica con ninguna tendencia ideológica: los que no se identifican con ninguna ideología y se abstienen de votar. Ahora sí que tenemos el puzzle completo y podemos ver la realidad ideológica de los ciudadanos españoles:
Si lo simplificamos, con el objetivo de comparar entre los que fomentan y viven del enfrentamiento, y los moderados, obtenemos este gráfico:
Otro dato muy revelador que sustenta la teoría de que los ciudadanos españoles somos personas moderadas, es la media de los resultados obtenidos, que refleja un valor de 4.69:




Derecha 3.6%
Izquierda 10.5
Abstención 21.8
Moderados 64.1%

Políticos, familiares y amigos 14.1%
Españoles 85.9%

"El valor medio más alto ha sido de 5.03 y el más bajo de 4.41, lo que demuestra que la tendencia ideológica media no ha variado en absoluto durante décadas, a pesar de los diferentes cambios de gobierno."
Además, este valor medio no ha variado desde 1996, que en enero de ese mismo año reflejaba una media de 4.73. A pesar de la confusión interesada que fomenta la clase política a través de los medios de comunicación, los ciudadanos seguimos pensando exactamente igual que hace veinte años y probablemente desde hace mucho más tiempo, algo que por desgracia no se puede comprobar porque no existen registros de datos anteriores a 1996.
El valor medio más alto ha sido de 5.03 y el más bajo de 4.41, lo que demuestra que la tendencia ideológica media no ha variado en absoluto durante décadas, a pesar de los diferentes cambios de gobierno.
Cuando en 1982 Felipe González obtuvo 202 escaños, los ciudadanos no le votaron porque se convirtiesen al socialismo de repente, sino porque confiaron en que ese joven de la chaqueta de pana era como ellos y convertiría a España en una democracia moderna, similar a las socialdemocracias europeas de la época. Algo que nunca ocurrió.
Por otra parte, en 1996 los españoles no otorgaron su confianza a José María Aznar, ese hombre serio y adusto, porque se convirtiesen en votantes ideológicos de derechas de la noche a la mañana, sino porque vieron en él al gestor que necesitaba el país para sacarnos del atolladero de corrupción y miseria al que nos había llevado el chico de la chaqueta de pana. Algo que tampoco sucedió con el hombre del bigote. Y de los dos siguientes es mejor ni hablar.
"El llamado voto útil, en realidad no es otra cosa que un voto del miedo al contrario ideológico."
Después de analizar los datos, las conclusiones que se pueden extraer son las siguientes:
· Existe un gran interés por parte de la clase política y los medios de comunicación en polarizar a la sociedad española en dos bandos ideológicos enfrentados. Izquierda contra derecha, así como españoles contra regionalistas.
· El enfrentamiento entre los ciudadanos españoles es la única manera de mantener las ideologías que difunde la clase política en España. Distraer la atención del ciudadano de los problemas reales, ocultando sus intereses personales y partidistas, pero parapetados tras supuestas ideologías obsoletas.
· Si esta división de la sociedad no existiese, la clase política se quedaría sin argumentos y no podría justificar su falta de ideas y de soluciones efectivas para los problemas de nuestro país.
· La creación y la publicidad infinita en los medios de masas del partido Podemos como alternativa al Partido Popular debido al hundimiento del Partido Socialista, demuestra que siempre es necesario un adversario ideológico opuesto para captar el voto del miedo.
· La manipulación del lenguaje y la ingeniería social a la que nos somete desde hace décadas la clase política tiene su máxima expresión en el llamado "voto útil", que en realidad no es otra cosa que un "voto del miedo al contrario ideológico".
"La sociedad española vive chantajeada por un 14.1% de extremistas que dicen ser de derecha o de izquierda, aunque solo buscan el poder y el dinero."
· La consecuencia de esto es que los ciudadanos españoles votamos "en contra del otro", pero nunca "a favor de alguien". Elegir como representantes a los menos malos por miedo a que salgan los "otros" en lugar de los "nuestros" es lo que nos ha llevado a la situación en la que nos encontramos.
· La sociedad española vive chantajeada por un 14.1% de extremistas que dicen ser de derecha o de izquierda, aunque solo buscan el poder y el dinero. Mediante el miedo a la ideología política opuesta y obligados a elegir entre susto o muerte, los ciudadanos nos vemos irremediablemente obligados a legitimar con nuestro voto opciones políticas que realmente no votaríamos si tuviésemos una verdadera alternativa que representase nuestros intereses.
· No existe una alternativa política en España que represente al 85.9% de los ciudadanos que alternamos habitualmente nuestro voto con la esperanza de que la ideología contraria arregle la situación, sin tener en cuenta que estas ideologías han gobernado en España durante 18 años (la izquierda), y 13 años (la derecha). Han arruinado nuestro país como un diapasón: izquierda, derecha, izquierda, derecha... mientras ellos se convertían en multimillonarios.
"Es urgente e imprescindible acabar con esta situación dejando atrás el enfrentamiento, la manipulación y la polarización social."
En definitiva, la clase política trata de fomentar el enfrentamiento entre los ciudadanos españoles con el único objetivo de mantener y continuar con sus privilegios y su elitista forma de vida aunque sea a costa de arruinar a todo un país formado por 45 millones de personas.
Pensar que las cosas cambiarán votando una y otra vez a los mismos partidos políticos que nos han llevado al desastre es un completo error. Es urgente e imprescindible acabar con esta situación dejando atrás el enfrentamiento, la manipulación y la polarización social. Somos la única alternativa política que unirá a todos los ciudadanos españoles con el objetivo de solucionar los problemas reales y urgentes de nuestro país.
Acabemos con el diapasón: rojo, azul, rojo, azul, morado, naranja, morado, naranja...